Hay que elegir, por ejemplo, Don Draper o Roger Sterling. En el capítulo 8 de la primera serie, es así. En la vida, probablemente también. Ambos tipos se embarcan en una terrible competición que acaba con el triunfo del advenedizo Draper. Una carrera de obstáculos, donde sin embargo las ostras y el vermouth no son excluyentes, sino todo lo contrario. En un tiempo donde parece que hay que elegir entre Nixon o Kennedy, sí es necesario. Cuando se trata de un pasado del que ya sabemos su final, no lo es.
"Es la noticia, o ésta no es la noticia" ¿ficción o realidad?. Francisco Alvarez-Cascos, o Isabel Pérez-Espinosa, Peggy o Trudy, realidad o ficción, y en las versiones más nick: ZP o Rubalcaba, e incluso en las más posmodernas: ¿Rubalcaba o Mota? A veces no hay que elegir, hoy en día se pueden tomar ostras y vermouth.
Duermo mal, y cuando me despierto imagino que soy Don Draper y que tengo un nombre que usan cuando me ven y que está escrito en el edificio. Sterling Cooper Draper Pryce al principio no aparece entero escrito en el edificio, al final sí!
Apenas empiezo a mirar el día, ya soy Peggy Olson. Es una pena, porque su nombre no está en un edificio, ni si quiera al final de la cuarta serie!
¿Don o Peggy? Parece que no se puede ser lo dos!
Cada día Don Draper, aparece reluciente, impoluto, no importa cuánto tiempo-ficción pase. Trastornada por una apariencia, que esconde decisiones, miedos, emociones inconexas hasta otro capítulo, decido ver cómo sería mi vida cotidiana, y la de los que me rodean, sumergida en el universo MADMEN, como ejercicio estético y a la De Certeau, como estrategia para soportar la vida cotidiana, no como si fuera un personaje, sino como si uno de sus personajes inspirara mi vida, a manera de oráculo.
de espaldas a la realidad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario